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El Papa Benedicto propone un régimen planetario absolutista.
La parte dulce
En su nueva encíclica "Caritas in veritate" (Caridad en la verdad), el papa Benedicto XVI se muestra tremendamente ansioso de generar simpatía entre las naciones más pobres, exponiendo ideas que aparentemente suenan muy bien, pero que no tienen un fundamento técnico, ni un deseo real de solucionar, solo de generar emoción.
Algunas de las aseveraciones más retóricamente vacías y sentimentalmente chantajistas, son:
“…Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial y en presencia de una recesión de alcance global, es "urgente" reformar la ONU para proteger y dar una voz más eficaz a las naciones más pobres.”
“… el acaparamiento de los recursos por parte del Estado y de grupos de poder, constituyen un grave impedimento para el desarrollo de los países pobres".
"La sociedad cada vez más globalizada nos acerca, pero no nos hermana y hay que movilizarse para que la economía evolucione hacia salidas plenamente humanas".
"La lógica mercantilista debe conducir a la consecución del bien común".
Etc,etc.
No es necesario comentar más sobre estas frases azucaradas carentes de toda conceptualización práctica, pero sí hay que hablar sobre el veneno que suelta después el cardenal Ratzinger.
La parte venenosa
La encíclica “Caritas in veritate" reúne un conjunto de aseveraciones plenamente estudiadas para hacerle creer al mundo que el Papa “se preocupa por todos y es un santo”. Pero aquí viene la parte preocupante: Al leer atentamente las soluciones que el Pontífice propone a continuación, se nos eriza la piel ante sus posibles consecuencias.
El Papa dice:
“Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimentaria y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una Verdadera Autoridad Política Mundial, que debe atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y solidaridad".
Tomen nota de todo lo que abarcaría esta Verdadera Autoridad Política Mundial: economía, armas, alimentación, medio ambiente, migraciones y por supuesto, política. En pocas palabras, TODO.
Las palabras del Papa parecen sacadas de los ideales marxistas que hablaban de concentrar todo los poderes multipolares en un ente singular y absoluto para “beneficio del pueblo”; pero es bien sabido que esto degeneró en varias dictaduras marxistas alrededor del mundo. Y también sus palabras suenan a las ideologías de los illuminati, que proponían un Nuevo Orden Mundial en la figura de un gobierno global de carácter absolutista. (No quiero creer en conspiraciones illuminatti, ni nada por el estilo, pero da vergüenza ver al Papa repitiendo sus mismas palabras. Usaré la palabra illuminati de ahora en adelante para definir una ideología megalómana y no como un grupo real, alejándonos así de las fantasías y errores hollywoodenses).
El papa está propugnando por la creación de un ente político y económico mundial con poderes sobre todas las naciones, y eso nos suena a una pesadilla nazi, a una peligrosa institución que podría degenerar en una entidad con poder absoluto, que al no ser influenciada por la pluralidad de las naciones, los pueblos y los empresarios del mundo, no tendría que responder por sus acciones a nadie, solo a sí misma y con una sola disculpa para obrar a su antojo: “Subsidiaridad y Solidaridad". Hay que recordar que la forma en que el nazismo adquirió poderes absolutos fue alegando la necesidad de “proteger” al pueblo de diversas amenazas, acumulando el poder en una Autoridad Política Única en Alemania.
El Papa demanda una "Verdadera Autoridad Política Mundial. Donde la palabra verdadera, de acuerdo al contexto, viene a significar “con poder tangible por encima de los otros existentes o sea Absoluto”. Y a la vez dice que “es urgente reformar la ONU”. Ambas cosas pueden llevar a pensar que desea una versión “super-poderosa” de las Naciones Unidas, con mayores y verdaderos poderes, políticos y económicos (y por ende militares). Pero todos sabemos que la ONU no es capaz de oponerse a las naciones más poderosas cuando desean hacer algo que va en contra de los intereses comunes, o sea que este nuevo super-gobierno, inevitablemente, sería controlado por las 10 naciones más desarrolladas económicamente del mundo. Todo lo contrario de lo que Ratzinger dice querer solucionar.
Además, todos sabemos que una vez esta Autoridad política mundial tenga ese poder, será demasiado difícil quitárselo más adelante, y es muy fácil que degenere en la satisfacción de los intereses de muy pocos. Ya de por sí es difícil oponerse a los intereses económicos de las grandes potencias frente a naciones menos desarrolladas. Y muchísimo más difícil oponerse a un super-gobierno mundial que no tuviera las limitaciones que cada país le pone actualmente a la ONU, en aras conservar su propia autonomía regional.
Estamos seguros –o por lo menos lo deseamos intensamente- que no se va a tomar seriamente semejante solicitud de “Su Santidad” (aunque tal vez en secreto sí sea bien recibida por algunos poderes), pero el mero hecho de que la haya propuesto, refleja mucho sobre la arbitrariedad de la Iglesia Católica. El niño de las juventudes hitlerianas, no ha podido superar las enseñanzas sobre poderes absolutistas.
Vale la pena aclarar que aunque Adam Weishaupt, fundador de los illuminati, deseaba la desaparición de las religiones, también deseaba un poder totalitario global –un Novus Ordo Seclorum-. Y es bien conocido que el catolicismo ha apoyado a regímenes totalitarios como los Nazis, Mussolini o Franco. Pues resulta que ahora su máximo líder propugna por una Verdadera Autoridad Política Mundial. Entonces uno se pregunta: A ¿qué están jugando? No me refiero a las conspiraciones que llenan libros y sitios web, sino a las palabras y hechos públicos de personajes y organismos públicos que actúan de esta forma. Hay contradicciones entre ellos, pero también hay peligrosos elementos en común: la obsesión por el poder absoluto centrado en un único poder global, donde al parecer la Iglesia Católica tendría una buena tajada y vería garantizada su existencia, aprovechando la modernización de las ideologías illuminati, que ahora parecen incluir al Vaticano. Y en este caso, el Papa se contradice abiertamente cuando lamenta la situación de los más pobres y luego suelta semejante propuesta. ¿Qué otras cosas espera ganar el Vaticano en este Nuevo Orden Mundial, al cual, al parecer, ya está siendo invitado? ¿Personajes inspirados en los pintorescos illuminati se dieron cuenta que sin la Iglesia Católica no podrían completar sus afanes de poder, y no solamente la han invitado a participar, sino que ahora el Vaticano parece llevar su vocería?
Algunos analistas han “transformado” o “suavizado” la demanda del Papa y han dicho que el Pontífice ha solicitado solo una “autoridad global sobre la economía”. Pero aunque fuera solo eso, igual sería bastante perjudicial. Ya existen entidades de ese tipo, pero estás a su vez son controladas por las naciones más ricas del mundo, que por estatutos, poseen la mayor parte de los votos en sus decisiones A veces tienen puntos en común con los gobiernos de las más pobres, pero en otras ocasiones acorralan a las naciones menos desarrolladas impidiéndoles que inviertan en salud o en educación para que puedan pagar las cuotas de sus deudas. Me refiero al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, los cuales, repito, tienen una efectividad ambivalente, pero no constante, una especie de cara o cruz para las naciones pobres y el lado malo puede salir varias veces seguidas. Y ni qué decir del Banco de la Reserva Federal, que es una entidad privada y produce los dólares para Estados Unidos, se los “presta” y la deuda acumulada de la nación ya alcanza niveles estratosféricos. Vale agregar que si la cantidad de dólares que emite es demasiado alta o demasiado baja, el gobierno no puede intervenir por leyes de autonomía fiscal que lo hacen intocable, y esta cantidad de dólares emitidos no está respaldada ni por oro, ni por un bien real, sino solo por sus cálculos especulativos, que influyen a su vez en toda la economía mundial. ¿Este es el tipo de autoridad global sobre la economía de la que habla el Papa en el “mejor de los casos”? El Pontífice, muy astutamente, no se refiere a éstos conceptos sobre las entidades ya mencionadas pues su interés no es decir la verdad, ni ayudar a las naciones pobres, sino aparentar que está “deseando” que el mundo mejore, y para ello usa su retórica insulsa. Y lo peor es que tiene unos objetivos maquiavélicamente exactos. Piensa que no hay personas inteligentes que logren deducir sus verdaderos propósitos.
En líneas generales, las encíclicas papales son un monumento a las palabras vacías, sin objetivos prácticos (a menos que se trate de consumar sus planes egoístas); parecen solo un montón de frases publicitarias para que la gente piense que el que las escribe es alguien de extrema bondad, pero la verdad es que nunca se comprometen con soluciones reales. Sabemos que hay mucha gente cuya mentalidad y vida son gobernadas por la religión, pero el dinero sigue siendo el factor fundamental para perpetuar el poder del Vaticano: ¿Cuánto duraría el Papa si se enfrentara a los dueños de la economía mundial? Como en el caso de los nazis, la Iglesia Católica siempre se alinea con aquellos que tienen el poder, para aumentar o extender su propia influencia en el mundo y llenar sus arcas. No hablamos de conspiraciones con nombres misteriosos, ya sean reales o imaginarias. Estamos hablando de la Conspiración del Egoísmo y la Mentira, la cual es la peor y sempiterna conspiración mundial; y en eso, el fraudulento Estado Vaticano, es peor que cualquier organización illuminati, real o imaginaria.
El Buen Descubridor
Email: elbuendescubridor@gmail.com
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