Hay
muchas maneras de ejercer la censura, abiertamente, desde el tiro silenciador
que aplicó la dictadura a la más burda expresión del censor inculto franquista,
como enviar a la hoguera libros en los cuales aparecían palabras como
República, aunque fuera la de Platón, o Rojo y Negro, aunque fuera la obra de Stendhal,
quizá sí eran libros subversivos, pero ellos no lo sabían. Hay censura para
llorar y para reír, pero no deja de ser un crimen en cualquier caso, porque
todo formaba parte del mecanismo exterminador que puso en marcha el rodillo
fascista para eliminar de su España todo opositor bajo el epígrafe “rojo”.
Todavía había una más triste, la autocensura, el trágala y los ojos clavados en
tierra, por el terror que desató el régimen golpista y que les proporcionó
cuatro décadas de reinado absoluto marcadas por la represión total, desde el
primer asesinato en Melilla, Virgilio Leret, a los últimos fusilados del
franquismo el 27 de septiembre de 1975.
Y
llegan las censuras post-mortem del sanguinario Caudillo, y de la tristeza
pasamos a la vergüenza de la transición o claudicación, donde se cambió la
justicia para los represaliats por la impunidad de sus verdugos, por la
monarquía y por el bipartidismo interesadamente amnésico. El indigno olvido a
cambio de una democracia que no lo ha sido. La capitulación de la verdad, la
negación del genocidio. Los centenares de muertos de la transición, los
secuestros de publicaciones, los juicios a directores de cine, exilios,
censuras que todavía perviven como el no tan lejano secuestro de El Jueves o el
juicio con absolución, no de la iglesia, a Krahe. Continuismo sin ruptura
democrática.
Y
seguimos por el mismo camino, porque dejar que la olla suelte un poco de vapor
para que no explote no es ninguna ventaja. La ley de la desmemória no abrió
ninguna puerta nos puso el punto final burocrático, porque el final de todo
camino es la 52/2007, una excusa política, un muro de la vergüenza que quieren
infranqueable.
Y
continuamos en casa, el Memorial Democràtic, otro muro de contención de las
reclamaciones de verdad, justicia y reparación, un escaparate de la memoria
asumible por los que no tendrían que tener la conciencia tranquila, una vitrina
donde mostrar la punta del iceberg sin reclamaciones para los represores. Un
Memorial que nació limitado por CIU y permitido por los partidos que han puesto
sus muertos en la balanza del consens, que siempre juega en contra de los
intereses de las víctimas y de la construcción de un estado verdaderamente
democrático. Un Memorial que ahora se modelará a imagen del Govern.
Asistimos
a la censura encubierta y la miseria política. El recorte de la ley Òmnibus.
Una ley que sirve para todo, también para escoger un nuevo Consejo de
Participación del Memorial bajo el argumento de la simplificación
administrativa y la racionalización de organismos públicos. Se pueden aplicar
objetivos basados en estos criterios a los crímenes de lesa humanidad? Si esto,
además de un insulto, no es censura, qué es? Una tomadura de pelo. Ahora
nuestras víctimas, nosotros mismos, tenemos que pasar por una nueva
humillación. Un órgano que no cuesta un euro a los contribuyentes, que tendría
que abrirse a más voces, a la participación de todas aquellas y aquellos que
trabajan por los derechos humanos en nuestro territorio, se cierra más. Los
actuales miembros que no se den de baja serán eliminados por la consejera tal
como dice la ley. Y en el caso de que el número de cesados voluntariamente
dejara la opción a la entrada de más entidades de la memoria, será interesante
observar si asistiremos al bautizo en sociedad de alguna asociación que venga a
defender las víctimas de la retaguardia, los crímenes que ellos denominan
religiosos en su obsesión por la persecución de los católicos por parte de la
República. No quieren un Memorial activista, pero la gente de la memoria es
terca y continuará pidiendo espacios, no sólo con voz sino también con voto. Y la
Mesa de Cataluña continuará levantando la voz en nombre de las miles de voces
ahogadas, lo hará en la calle, informando al pueblo, sin censura, denunciando,
reclamando y exigiendo verdad, justicia y reparación, y la anulación de los
juicios del franquismo.
Seguimos recogiendo tus palabras, libres, en
nuestro libro de Pésame Combativo, te esperamos el próximo sábado 30 de junio a
las 12 horas en la plaza de Sant Jaume de Barcelona.
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