
14/03/2010 JOSÉ LUIS Trasobares
.España es el país de Europa que peor conoce y asimila su pasado reciente. Nuestra memoria colectiva suele quedarse atascada en la Guerra de la Independencia, como ocurría durante el franquismo con los programas escolares. Todo lo de después forma parte de una especie de magma inconcreto, velado por la ignorancia y el miedo a remover las calaveras de los muertos. Sólo los historiadores le meten mano a ese largo periodo que va desde la emancipación de los virreinatos americanos hasta la Transición, pasando por las guerras civiles, los desastres coloniales y el franquismo. El resto de la ciudadanía prefiere hacer cruz y raya, anulando cualquier resto de la memoria. Algunos optan por volver hacia atrás con ira bebiendo en la fuente de ese revisionismo pseudohistórico que, al margen de toda investigación científica, recupera los viejos mitos de la España negra. Así es como hemos llegado a ser una excepción en el mundo que suponemos civilizado. Tenemos dos siglos de amnesia y encima consideramos que así vivimos mejor.
Algunos aborrecen la memoria porque les avergüenza, otros por evitar conflictos. El otro día, el PSOE se echó para atrás en las Cortes de Aragón y no quiso secundar la iniciativa de CHA para normatizar aquí la recuperación de los cuerpos y el honor de miles de personas asesinadas durante la guerra civil y su postguerra. Prefería quedar bien con su socio, el PAR, que suele beber en los veneros carpetovetónicos. Por si acaso, mejor no menearlo. En todo caso, ya están los ayuntamientos o la DPZ del historiador Lambán para abrir fosas, organizar homenajes y alzar algún modesto túmulo.
¿Por qué ocurre esto? Quizás porque en todos los enfrentamientos fratricidas habidos durante los siglos XIX y XX siempre acabaron venciendo los reaccionarios de toda condición; una victoria que culminó en 1939 a contrapelo de lo que inmediatamente después iba a ocurrir en el resto de Europa. Allá, los fascismos fueron aplastados; aquí esa misma doctrina (combinada con las pulsiones del viejo régimen antiliberal) se hizo dueña del país por cuarenta interminables años.
Se argumenta a favor de la desmemoria que no es necesario recordar hechos sangrientos y que de tales hechos fueron responsables todas las partes. Pero no es así. Más allá de los Pirineos también hubo (de 1939 a 1945) una horrible guerra no sólo entre naciones sino entre ideologías. Ambos bandos cometieron atrocidades. Pero el recuerdo institucionalizado, además de asumir que nadie sale limpio de una confrontación armada, perpetua la condena del nazifascismo y de sus colaboradores. No hay dudas al respecto ni vuelta atrás. Sobre esa base se produjo, por ejemplo, la reconciliación entre Alemania y sus antiguos enemigos, hoy aliados.
Hay quienes prefieren tener a los españoles desmemoriados y al pasado común, abierto a cualquier interpretación. Por eso somos una excepción en nuestro ámbito geopolítico. ¿No hubo en los colegios católicos de España los mismos abusos que salen a la luz en EEUU, Irlanda, Holanda o Alemania? Cualquier exalumno les dirá que sí. Pero nos las callamos. Por si acaso, amordazamos los recuerdos. Ciertos recuerdos.
el periodico de aragon
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