viernes, 4 de septiembre de 2009

ARTÍCULO DE CORAL BRAVO


Evo Morales, ejemplo para la Humanidad

La Asamblea General de las Naciones Unidas concedió el pasado sábado al presidente boliviano, Evo Morales, un reconocimiento internacional como defensor del Medio Ambiente y como paradigma de amor a la naturaleza. En concreto, fue declarado institucionalmente como “Héroe Mundial de la Madre Tierra”, además de insigne luchador por la democracia y por la paz. Y tal condecoración vino promovida por la dedicación y el ímpetu que Morales dedicó a que el organismo internacional declarara, el pasado 22 de abril, ese día como el Día Internacional de la Madre Tierra.

En los tiempos que corren, el que la ONU haga tal reconocimiento y otorgue tal distinción a un mandatario por una cuestión que muchos se esmeran en minimizar, e incluso negar, me parece todo un ejemplo de lucidez, de decencia y de altruismo en un mundo que parece regirse por la estupidez de los que sólo buscan su propio beneficio. Me refiero a los “negacionistas” y neoliberales, quienes siguen insistiendo en que el cambio climático y el destrozo natural del planeta es un invento de “la gente de izquierdas”; con lo cual eluden un problema cuyo enfrentamiento reduciría los ingentes beneficios que ese destrozo les reporta, y les obligaría al gasto destinado a las medidas de protección del medio ambiente que, por justicia, deberían adoptar.

Porque las petroleras, la industria química, los residuos nucleares, los tóxicos derivados de muchas manufacturas, los plásticos no biodegradables, los gases contaminantes que se emiten a la atmósfera, la tala de árboles, la urbanización indiscriminada, los incendios provocados para la recalificación de terrenos, etc., etc. están contaminando en niveles alarmantes la tierra, el aire y las aguas, es decir, están destrozando los elementos naturales necesarios para la vida.

En el acto dedicado al nombramiento, Evo Morales afirmó que el reconocimiento que recibía no es para su persona, sino “para los antepasados y los pueblos originarios que siempre han defendido a la Madre Tierra”. Se refería, sin duda, a los pueblos precolombinos cuya cultura estaba integrada en el respeto absoluto a los elementos naturales que para ellos eran, además de su cobijo y su medio de vida, el referente de su sentir espiritual.

La colonización y la cristianización del continente americano acabó con aquellas culturas y aquellos pueblos cuya religión, por la fuerza del sometimiento y de la espada (lo cual llamaban "evangelización"), pasó a ser esa que menosprecia el valor de la vida animal y natural, y que preconiza que dios puso a los animales y a la naturaleza sobre la tierra sólo para el uso y disfrute humano (de algunos humanos, diría yo).

Y cuando hablo de estupidez, me refiero a la necedad supina de aquellos que, como Bush, Vaclav Klaus o Aznar (por intereses que son vox populi), anteponen a la protección del hogar de todos que es este planeta sus propios y mezquinos intereses, como si ellos y sus descendientes no necesitaran el aire para respirar, o no necesitaran el agua para sobrevivir. Mirar a tan corta distancia es cortedad, negar lo obvio es necedad, y dejar en herencia la desprotección consciente de la madre natura por la ruindad del dinero es inmoral, y debería considerarse un daño grave al bien común y a la humanidad.

Afortunadamente, al lado de la miseria existe también la grandeza. Y que haya dirigentes que denuncien que dañar la naturaleza es dañar a la vida y a nosotros mismos, es todo un signo de ética, de compromiso, de integridad y de generosidad con los ciudadanos del mundo. Porque el desprecio secular del cristianismo a la vida animal y natural es una muestra más de la enorme distancia que mantienen con la espiritualidad verdadera.

La suya la han basado siempre en supuestos anti-natura, oscuros e indemostrables, inhibiendo la percepción de los “milagros” reales, los naturales y cotidianos al alcance de cualquiera, como el valor de una semilla con su potencial de poder procrear un fruto, un árbol y un bosque, como la inmensa grandeza de un crepúsculo otoñal, o como el milagro de la vida en el seno femenino.

El reconocimiento a Evo Morales ha supuesto, por tanto, además del reconocimiento a unos pueblos masacrados y esclavizados, el recordatorio de sus valores y de su sentido de la religiosidad, basada, no en ninguna superstición dogmática e inexplicable, sino en el conocimiento, el respeto y la integración del hombre con la natura. Y esos valores hoy por hoy nos son muy necesarios para frenar esa codicia neoliberal que nos daña a todos y que supondrá, de no tomar medidas serias, el daño irreparable del planeta. Sin aire, sin tierra y sin agua no hay posibilidad de vida, es así de simple, por más que Aznar y otros lo nieguen en aras de sus multimillonarios ingresos.

Coral Bravo es Doctora en Filología y miembro de Europa Laica

elplural.com

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