La mujer en el mundo islámico
Documento con fecha
miércoles, 06 de noviembre de 2013.
Publicado el
miércoles, 06 de noviembre de 2013.
Autor: Siamak khatami.Fuente: Gara.
Autor: Siamak khatami.Fuente: Gara.
El caso de Malala Yousefzai, la niña paquistaní que los talibán
quisieron matar pero no pudieron, nos ha devuelto la atención sobre la
situación a menudo desesperada que sufren las mujeres en los países de
mayoría musulmana. En el caso de Malala, ha tenido la oportunidad de
rehacer su vida en Inglaterra. Sin embargo, la mayoría de las mujeres
cuya única culpa ha sido nacer en un país de mayoría musulmana, no
tienen la oportunidad de rehacer sus vidas en otra parte. Tienen que
sufrir y aguantar una vida subordinada a los dictados de los hombres que
se creen sus dueños.
Malala ha dicho en entrevistas que le han hecho en varios programas
internacionales de televisión que su propósito es llamar la atención del
mundo a la importancia de la educación, especialmente para las mujeres
en los países del Tercer Mundo y, especialmente, en los islámicos. Ha
enfatizado en este punto una y otra vez.
Es verdad que también hay gente argumentando que si Malala fuera una
de las miles de víctimas «colaterales» que han perdido sus vidas o
resultado discapacitados para el resto de sus vidas como consecuencia de
los ataques estadounidenses contra los talibán, ahora absolutamente
nadie en ningún sitio del mundo estaría hablando de Malala -¡ni siquiera
sabríamos quién era Malala!-. Esa gente añade que se habla tanto de
Malala no para atraer nuestra atención sobre el sufrimiento de las
mujeres en países musulmanes, sino para que la gente no hable de otros
temas, como los ataques con drones que causan más daño entre gente
inocente que entre los talibán.
Pero, sea como fuere, hay que admitir que ese sufrimiento de las
mujeres en el mundo musulmán es verdad, y ocurre cada minuto de cada
día. No es ninguna propaganda, ni ninguna historia fabricada. Y la
mayoría de las víctimas nunca pueden hacer que el mundo oiga sus voces.
Hay gente que dice que se han cometido barbaridades no solo en países
islámicos y en el nombre del Islam, sino también en países cristianos, y
también en el nombre del judaísmo, etc. Puede ser verdad. Barbaridades
se han cometido en nombre de todas las religiones. Pero al menos un gran
grupo, si no todos, de entre los que utilizan ese argumento, parece
tener el propósito de callarnos por completo -vamos, que hagamos la
vista gorda a todo lo que se hace contra las mujeres en los países de
mayoría musulmana-, como si todo eso fuese «normal», bajo el pretexto de
que se cometen otras barbaridades en países donde la mayoría cree en
otras religiones. Y, ¿por qué tenemos que callarnos? Porque es lo
«políticamente correcto», porque hay que tratar toda cuestión que tenga
que ver con el Islam «con guante de seda».
Me niego a callar. Quiero que mi voz se oiga alta y clara. No quiero
ser un cobarde que solo piense en qué es lo políticamente correcto.
También hay que recordar que cuando apareció el Islam, a principios
del siglo séptimo de nuestra era en la Península arábiga, allí la mujer
no gozaba de absolutamente ningún derecho, ninguno, y los hombres
trataban a las mujeres como si fueran nada más que objetos para
satisfacer sus deseos sexuales. El Islam sí que reconoció derechos a la
mujer. En la era moderna, podemos criticar la situación de los países
islámicos porque a las mujeres solo se les reconoce la mitad de los
derechos reconocidos a la población masculina de los países en cuestión.
Pero para su tiempo, el Islam era incluso progresista. Y entre los
siglos VII y, más o menos, XII, hubo incluso más mejorías en la
situación legal y social de las mujeres. Pero, entre los siglos X y XII
aproximadamente, un consenso se consolidó en los países de mayoría
musulmana según el cual los clérigos y juristas islámicos, de un lado, y
los líderes políticos y tribales, de otro, acordaron que la situación
de la mujer en aquellas sociedades ya no debía avanzar más, y las leyes
islámicas debían quedar exactamente como parecían en aquellos momentos,
sin ningún otro cambio. Por eso, la situación de la mujer en los países
de mayoría musulmana ha quedado como estaba en la Edad Media.
Claro que entre los países islámicos hay diferencias. Por ejemplo,
hay países como Arabia Saudí y Afganistán, donde la mujer no tiene
ningún derecho, ninguno, y depende completamente de los hombres de su
familia, como si se tratara de un niño pequeño que no tiene ni siquiera
capacidad de pensar por sí mismo y depende de lo que decidan sus padres.
En Afganistán la situación es más desesperada, porque las mujeres ni
siquiera tienen derecho a recibir ninguna educación. Pero al mismo
tiempo si, solo por poner un ejemplo, se ponen enfermas, no pueden ser
tratadas por hombres médicos, sino que tienen que ser tratadas por
mujeres. Pero como las mujeres no han tenido derecho a la educación, eso
automáticamente significa que no pueden existir mujeres médicos en
Afganistán. Lo que nos lleva a la conclusión de que si alguna mujer se
pone enferma en Afganistán, o tiene que ser tratada clandestinamente o
simplemente deben dejarla sufrir las consecuencias de su enfermedad sin
ningún tratamiento, incluso si esas consecuencias son la muerte. ¡Y
llaman a ese sistema «islámico»!
Claro que en los países centroasiáticos que se han independizado de
la antigua URSS (Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y
Kirguizistán) la situación de la mujer está mejor por las décadas en
que, viviendo bajo otro sistema, sus sistemas sociales también se
modernizaron. Pero allí también hay problemas. Quizá una de las
situaciones más difíciles la estén pasando las mujeres en Tayikistán.
Allí, por la extrema pobreza económica que muchos padecen, hay millones
de hombres que han emigrado a Rusia para trabajar. Tayikistán depende en
gran medida del dinero que esos hombres envían a su país de origen.
Pero esos hombres, a menudo, cuando llegan a Rusia, simplemente olvidan a
sus propias familias en Tayikistán, y en cuanto conocen si quiera
superficialmente a alguna mujer en Rusia, llaman a casa y repiten tres
veces a sus mujeres tayikas «te divorcio» y, según la ley islámica,
repitiendo esa frase tres veces, ya está consumado el divorcio. Después,
el hombre el cuestión puede buscar una nueva vida, y deja a su familia
entera en Tayikistán, en una situación de absoluta miseria.
Hay otros países islámicos donde la situación de la mujer es mejor.
Por ejemplo, en Irán o en Turquía. Este último país es el más
«modernizado» o más «europeizado» de los países del Oriente Medio. Pero
incluso allí vemos que el país está cambiando de dirección, yendo cada
vez más en una dirección islamista, con todo lo que ello implica para
los derechos de la mujer turca.
En Irán, es cierto que la mujer goza de muchos derechos que sus
homólogas saudíes y afganas solo verían en sueños. Por ejemplo, el
derecho a trabajar, conducir o recibir una educación incluso
universitaria sin tener que pedir permiso de su marido, hermano o padre.
De hecho, en las universidades iraníes hay más mujeres que hombres
estudiando. Pero incluso allí, la ley islámica sigue en el sentido de
que las mujeres a menudo tienen la mitad de los derechos de los hombres;
por ejemplo, para recibir herencias, o en divorcios. Y hay muchos
puestos que se reservan exclusivamente para hombres; por ejemplo,
incluso según la ley en Irán, para ser juez, o presidente del país.
También hay que admitir que el trato como ciudadanos de segunda clase
que sufren las mujeres en países de mayoría musulmana no es solo una
cuestión «política» que tenga que ver con los mandatos de un gobierno y
un régimen dictatoriales. El problema no es solo que se trate de
regímenes dictatoriales que imponen tratos vejatorios a las mujeres, que
eso también. Una gran parte del problema es que, culturalmente
hablando, los hombres de esos países no se han acostumbrado, ni mucho
menos, a tratar a la mitad de la población, las mujeres, de igual a
igual. Los hombres se han acostumbrado a mandar sobre ellas, no a
compartir sus vidas con ellas. Y ese es un problema que no se resuelve
con la invasión del ejército de otro país.
La solución de este problema, que afecta las mujeres en tantos países
islámicos en todo el mundo, es difícil y larga. No es una solución que
se pueda intentar de hoy para mañana y esperar resultados concretos
pasado mañana. Creo que un buen comienzo se encuentra en el mundo de la
enseñanza. Hay que educar a los hombres para enseñarles a aceptar la
igualdad de las mujeres con ellos mismos, empezando con esos hombres que
deciden ir a estudiar en universidades de Europa y EEUU.
Malala Yousefzai tenía razón en su énfasis en la educación. Pero
mientras ella ponía el acento sobre la educación para las niñas en
colegios e institutos, la educación en valores como la igualdad, es
también de vital importancia para los hombres universitarios de los
países en cuestión.
Siamak khatami Politólogo y profesor universitario
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