Ríos Montt, genocida en el nombre de Dios
Ríos Montt describió a su investidura como un acto providencial decidido por Jesucristo mismo.
Documento con fecha
lunes, 10 de junio de 2013.
Publicado el
martes, 11 de junio de 2013.
Autor: Edgar González Ruiz.Fuente: Red Voltaire.
Autor: Edgar González Ruiz.Fuente: Red Voltaire.
En mayo pasado, en un ejemplar aunque efímero ejercicio de justicia, el
exdictador guatemalteco Efraín Ríos Montt fue condenado a 80 años de
prisión por genocidio y delitos de lesa humanidad. Pero, rápidamente, la
Corte de Constitucionalidad de ese país anuló la condena, con lo cual
mostró su sumisión al poder, pues entre los protectores de Ríos Montt se
cuenta al actual presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, quien era
militar a principios de la década de 1980, cuando Ríos Montt gobernaba
ese país.
Aunque es lamentable el desenlace que por el momento ha tenido ese
proceso, cabe destacar que a diferencia de Ríos Montt otros
exgobernantes genocidas, como George Bush y Felipe Calderón, ni siquiera
han tenido que comparecer por los crímenes que cometieron durante sus
mandatos.
La historia de Ríos Montt
Efraín Ríos Montt nació en Huehuetenango el 16 de junio de 1926. Se
graduó como oficial del Ejército el 15 de febrero de 1950. Fue
instructor militar. Ascendió a coronel el 15 de marzo de 1966 y a
general, el 30 de junio de 1972. Fue jefe del Estado Mayor del Ejército
y, luego de haber sido derrotado en las elecciones presidenciales de
1974, fue comisionado como agregado militar en España. En marzo de 1982
llegó al poder gracias a un golpe militar. A lo largo de su vida, Ríos
Montt ha mezclado sus creencias religiosas con sus deberes públicos.
Según una de sus biografías, les predicaba a los reclutas del Ejército
que observaran la castidad, con consignas como esta: “deben darse cuenta
que su cuerpo es un templo. No lo contaminen con prostitutas”. Con esa
mentalidad, satanizaba el sexo en la misma medida en que practicaba el
asesinato.
Cuando fue director de la Escuela Politécnica (Colegio Militar) de
Guatemala, Efraín Ríos Montt le exigía a cada uno de los cadetes tener
un ejemplar del Nuevo testamento, junto con un ejemplar de las
ordenanzas militares y otro del código de honor del Ejército. “Siempre
que tenía que llamarle la atención a un oficial, Ríos Montt le
preguntaba: ‘Tenemos dos códigos aquí por los que regimos nuestra
conducta. ¿Cuál de ellos ha violado usted?’”.
Además, “frecuentemente, tanto en la Escuela como en las diferentes
bases militares donde sirvió, Ríos Montt hablaba de Dios a sus hombres”.
Cuando asumió la investidura presidencial, Ríos Montt era ya un
seguidor convencido y muy activo del grupo evangélico Verbo, al que
había sido invitado a fines de la década de 1970 por Luis Chang, quien a
su vez había servido en el Ejército a las órdenes de Montt y fue en
1974 el jefe de seguridad de su campaña presidencial (Joseph Anuso y
David Sczepanski, Efraín Ríos Montt, ¿siervo o dictador?, Gospel
Outreach, Guatemala, 1984).
La Iglesia del Verbo, también denominada Iglesia Gospel Outreach, con
sede en Eureka, al Norte de California, había llegado a Guatemala en
1976 con motivo del devastador terremoto del 4 de febrero de ese año.
Previamente había establecido contacto con una acaudalada dama de la
sociedad guatemalteca.
El 23 de marzo de 1982, cuando Ríos Montt perpetró su golpe militar, ya
estaban prevenidos los dignatarios de la Iglesia del Verbo, que en
Estados Unidos esa iglesia se había alineado con la derecha religiosa.
El día del golpe, Ríos Montt abandonó sus labores dentro de su iglesia
para dirigirse al Palacio Nacional a encabezar el nuevo gobierno.
Además de ser “cristiano renacido”, Ríos Montt había hecho una larga
carrera en el Ejército, se había entrenado en Estados Unidos en la lucha
antiguerrillera y se le acusaba de haber cometido atrocidades en
operaciones militares en la década de 1970.
El Dios del genocidio
El día mismo del golpe militar, el 23 de marzo de 1982, en su primera
conferencia de prensa, Ríos Montt asombró al mundo y a los oficiales
golpistas cuando mencionó a Dios en su primer discurso, en el que dijo:
“Estoy confiando en Dios, mi señor y rey, para que él me guíe, porque
sólo él da y sólo él quita la autoridad”. También afirmó que uno de los
objetivos del golpe militar era “rescatar los valores morales”.
Ya como presidente, puso en práctica la campaña de “moralización” que
denominó el Proyecto David, al hacer alusión al rey David de la Biblia.
Al inaugurar el proyecto, Ríos Montt se comprometió “ante Dios y ante mi
patria, a dedicar todos mis actos a cambiar a Guatemala”; se declaró
“ante Dios” enemigo de la corrupción y pidió a Dios ayuda para cumplir
con sus juramentos (Prensa Libre, 24 de marzo de 1982, página 8).
En una entrevista concedida a un periodista estadunidense apenas 5 días
después del golpe militar, Ríos Montt describió a su investidura como
un acto providencial decidido por Jesucristo mismo. Dijo Ríos Montt en
esa entrevista: “Quiero invitar a los cristianos de Estados Unidos a que
cumplan con lo que nuestro señor Jesucristo ha establecido, esto es, a
rogarle a Dios para que el nuevo cielo de paz, amor y misericordia que
él ha establecido sobre Guatemala permanezca para siempre. Estábamos al
borde de un precipicio y Dios ha puesto su mano sobre nosotros. Démosle
gracias a Dios y pidámosle que su misericordia perdure”.
A la pregunta de otro periodista acerca de la influencia de sus
convicciones religiosas en sus funciones de gobierno, Ríos Montt
respondió: “Yo tengo una actitud cristiana, y actuando como cristiano
puedo influenciar a todo el gobierno para que trabaje con honestidad,
verdad y justicia”.
Pero no sólo el propio Ríos Montt mezclaba sus convicciones religiosas
con sus deberes como funcionario, sino que en su gobierno comenzaron a
tener influencia personajes de su iglesia. Como ellos mismos reconocen,
“miembros de la Iglesia Verbo” empezaron a “coordinar esfuerzos” en
proyectos de “ayuda al pueblo indígena” de áreas en conflicto armado,
proyectos que eran financiados por grupos evangélicos estadunidenses.
Desde el inicio mismo del golpe militar, miembros de la Iglesia del
Verbo acompañaron a Ríos Montt para darle “apoyo espiritual y
asesoramiento”, incluso en asuntos de orden político y militar.
Los domingos por la noche, Ríos Montt ofrecía a los guatemaltecos una
charla televisada donde combinaba su discurso político con enseñanzas
religiosas y consignas “moralizantes”. Desde la televisión les exigió a
los funcionarios de gobierno: “Dejen a sus amantes. Cumplan con sus
obligaciones”.
Cuando el papa Juan Pablo II visitó Guatemala, Ríos Montt se dirigió a
él como un líder religioso a otro en estos términos: “Nos ha complacido
especialmente que usted haya invitado a sus seguidores a poner en
práctica la palabra de Dios, como él lo ordena en su Testamento y no
simplemente a contentarse con oírla. He admirado la autoridad con que
usted ha hablado a los católicos, para que se comprometan y se alejen de
los malos hábitos, para hacer el bien y amar a sus hermanos, en
resumen, a cumplir con los mandamientos”.
Los críticos de Ríos Montt lo acusaron de estar manejado por fanáticos
religiosos, pero además a lo largo de su gestión como presidente, Ríos
Montt tomó diversas medidas impopulares.
Estableció el estado de sitio, con lo que prohibió toda actividad
política y retrasó así el proceso de convocar a elecciones; estableció
los tribunales del fuero especial, donde, con el pretexto de evitar
venganzas, jueces y acusadores ocultaban su identidad al juzgar a los
guerrilleros, y anunció la implantación de nuevos impuestos.
Creó además la organización paramilitar denominada Patrullas de
Autodefensa Civil (PAC), señalada como participante en matanzas
cometidas durante el enfrentamiento con la guerrilla. En diciembre de
1982, Ríos Montt le dijo al presidente Ronald Reagan que “no había
refugiados en los campamentos de México” sino sólo guerrilleros, con lo
cual apoyaba la política de persecución contra esos refugiados al
considerarlos como elementos desestabilizadores para México y para
Guatemala.
Finalmente, en agosto de 1983, Ríos Montt fue depuesto por un golpe
militar similar al que él mismo había protagonizado el año anterior.
Antes de su caída, se había negado a retirar a sus “consejeros
espirituales” de su equipo de trabajo, lo cual le había sido solicitado
por varios jefes militares de alto rango. Luego del nuevo golpe militar,
Ríos Montt declaró, resignado, que “Dios es el único que da y que quita
la autoridad”, y anunció que regresaría a su trabajo en la Iglesia del
Verbo, pues antes de llegar a la Presidencia había estado dirigiendo la
escuela de esa congregación.
Persistencia y acusaciones
Ríos Montt no cumplió su promesa, y volvió a involucrarse en la
política, de tal suerte que en 2000 era presidente del Congreso de
Guatemala, del cual era vicepresidenta su hija Zury Ríos.
En marzo de ese mismo año, los periódicos de Guatemala anunciaron que
un juez español había aceptado tramitar la denuncia penal planteada por
Rigoberta Menchú, Premio Nóbel de la Paz, contra varios exfuncionarios
guatemaltecos, entre ellos Ríos Montt, acusados de genocidio, torturas,
asesinato y detención ilegal.
En aquel tiempo, Ríos Montt “dejó entrever que esas acciones legales no
le quitan el sueño” (Siglo XXI, 28 de marzo de 2000), mientras que su
hija Zury puntualizó que el general no sería capturado “en ningún país
del mundo, pues goza de inmunidad por el cargo que desempeña” (Al Día,
30 de marzo de 2000).
En 2003, Ríos Montt logró presentarse como candidato presidencial a las
elecciones del 9 de noviembre, por el Frente Republicano Guatemalteco, y
sus oponentes lo acusaron de poner en práctica una “amplia estrategia
de cooptación del voto con recursos estatales y gastos excesivos en
publicidad” (Proceso 1409, 2 de noviembre de 2003).
Se denunció, además, que en los últimos meses antes de las elecciones,
el gobierno entregó compensaciones a indígenas y campesinos miembros de
las PAC, a quienes el presidente Alfonso Portillo había calificado como
“héroes” que hicieron aportes a la construcción de la democracia en
Guatemala.
El 24 de septiembre de 2003, en Ixcán Quiché, una de las comunidades
más afectadas por las estrategias de contrainsurgencia que hace décadas
aplicó el Ejército, Ríos Montt fue apedreado por medio centenar de
familiares de víctimas de la guerra que gritaban consignas de “fuera,
asesino”, y portaban mantas con la leyenda “no más Ríos de sangre
Montt”.
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
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