Genocidas argentinos exhibieron hoy en un juicio los colores del Vaticano en sus solapas
por Kaos. América Latina
Jueves, 14 de Marzo de 2013 23:29)
Mientras en la audiencia, declaraba una de las víctimas del centro
clandestino de detención y exterminio, los imputados, entre ellos el
exjefe del III Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín Menéndez, con
fluidos contactos con el entonces cardenal Raúl Primatesta,
exhibieron...
Mientras en la audiencia de la
jornada, una de las víctimas del centro clandestino de detención y
exterminio de Córdoba, María Patricia Astelerra, secuestrada el 1 de
julio de 1976 junto con su pareja, Gustavo Adolfo Contemponi, denunciaba
que “la condición de mujer significaba, además de las torturas
habituales, el plus de la violencia sexual" y que su embarazo de cinco
meses no impidió que sus captores la manosearan, los imputados, entre
ellos el exjfe del III Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín Menéndez,
con fluidos contactos con el entonces cardenal Raúl Primatesta,
exhibieron una escarapela amarilla y blanca.
Durante su testimonio
Astelarra advirtió también que los represores "sentían placer con lo
sádico y lo morboso" y muchas veces "éramos víctimas de esos juegos".
“Ser mujer significaba un plus de vejación y violación", agregó. Luego
de denunciar que “los episodios de abusos sexuales siempre fueron
episodios tortuosos y degenerados, en los que participaban oficiales y
suboficiales del Ejército", Astelarra le solicitó al Tribunal Oral
Federal 1 que dichos delitos “deberían considerarse de orden público y
no solamente de instancia privada, porque fueron cometidos por
funcionarios públicos".
Más adelante, la sobreviviente
identificó como habituales responsables de esas "aberrantes" prácticas a
los represores Ernesto Barreiro, Hugo Herrera, José “Chubi” López,
Jorge Exequiel “Rulo” Acosta, Héctor “Palito” Romero y el ya fallecido
Roberto Nicanor “Cura Magalí” Mañay `. También mencionó el nombre de
varias secuestradas "vejadas y violadas", muchas de ellas asesinadas,
pero prefirió no extenderse sobre el tema al considerar que se tratan de
situaciones "muy delicadas".
"Las mujeres eran reducidas a la
servidumbre. Eran obligadas a trabajar, a ser esclavas sexuales. Hoy
quizás muchas no lo puedan contar", manifestó Astelarra, quien, a
instancias del fiscal Facundo Trotta aceptó promover una investigación
penal independiente a la causa principal, por lo cual el Tribunal deberá
girar las actuaciones a la Fiscalía Federal de turno.
Luego de pasar por el Campo de La
Ribera, en setiembre de 1976 fue traslada a la cárcel de mujeres del
Buen Pastor, a disposición del Comando del III Cuerpo, donde nació su
hijo, quien fue entregado a su abuelo materno, José Leandro Astelarra,
en enero de 1977, quien consiguió la liberación de su hija dos meses
después a cambio de 10.000 dólares.
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