Un fantasma recorre el mundo… ciento sesenta años después
Xabier Arrizabalo, Jesús de Blas y Fernando Álvarez
En enero de 1848, Marx y Engels publican el Manifiesto Comunista: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes (…)”.
El Manifiesto es premonitorio de los acontecimientos que se desencadenan en seguida por toda Europa. Tan sólo un mes después, en París se levantan las clases populares, los policías se niegan a disparar, el monarca abandona Francia y se proclama la II República, que convoca elecciones libres, por sufragio universal, a una Asamblea Nacional Constituyente en continuidad con la tradición revolucionaria de 1789.
En marzo, las masas populares se dirigen hacia el palacio imperial en Viena y Metternich huye (el canciller responsable de la Europa de la Restauración que, con la “Santa Alianza”, defiende el Antiguo Régimen contrario a todo atisbo democrático o liberal). En mayo, un segundo levantamiento hace que la Dieta Constituyente, elegida por sufragio universal, suprima el régimen feudal y la servidumbre.
También en marzo, la revuelta popular en Berlín hace que el Rey convoque un Parlamento Constituyente de Prusia. Las insurrecciones se extienden y en mayo sectores liberales convocan una Asamblea Nacional Constituyente en Francfort cuya Constitución busca un marco democrático para la nación alemana que reconozca el sufragio universal. El Rey de Prusia, que paradójicamente es propuesto para que encabece el proceso, acaba disolviendo violentamente la Constituyente tras el aplastamiento de la insurrección vienesa por el Emperador austriaco.
En la península italiana, triplemente sometida (por el Imperio austriaco, la monarquía borbónica y el Estado Vaticano), estalla la insurrección sucesivamente en Milán, Venecia, la Toscana… En febrero de 1849 se proclama la República Romana, liderada por Mazzini y Garibaldi. Este proceso se frena temporalmente gracias a la intervención del Mariscal austriaco Radetzky y la República francesa tras el giro conservador de junio de 1848.
En otras regiones de Europa también se producen estallidos revolucionarios, como en Hungría, Bohemia y Moravia, Cracovia, etc. Incluso en Gran Bretaña, donde se había publicado el Manifiesto, hay un levantamiento popular irlandés en 1848.
Pese al aplastamiento de la revolución (la “primavera de los pueblos” según Hobsbawm), 1848 convulsiona la Europa diseñada en 1815 y nada vuelve a ser igual. El orden del Antiguo Régimen había quebrado. Desde entonces y frente a la reivindicación central de Asamblea Constituyente Soberana, las monarquías feudales se ven obligadas a reformas y a ceder terreno a las capas burguesas más adineradas que necesitan “orden” para sus negocios. Aliadas con ellas (el “Partido del Orden”), intentan impedir la irrupción de la nueva fuerza social con voz propia que es la clase obrera (que, sin embargo, culminará a finales de siglo con la creación de los partidos obreros).
La inestabilidad de la situación se constata en las siguientes oleadas revolucionarias: desde la Comuna de París de 1871 hasta, ya en el siglo XX, las revoluciones obreras de Rusia (1917), Alemania (1918-1919), Hungría (1919), China (1927) o aquí mismo (octubre de 1934 y desde julio de 1936 a mayo de 1937).
Ahora, siglo y medio después, en Túnez, Egipto… las masas irrumpen exigiendo el fin de unos regímenes dictatoriales al servicio de las potencias imperialistas dominantes (especialmente Francia y EEUU). Impugnan así el orden dominado por las políticas de destrucción económica y regresión social impuestas por los organismos internacionales (FMI, BM, OMC, OCDE, UE, etc.).
Las reivindicaciones son inequívocas: “¡Salida inmediata de Mubarak! ¡Juicio a los responsables! ¡Creación de una comisión para cambiar la Constitución! ¡Disolución del Parlamento! ¡Formación de un Gobierno de Salvación Nacional!” (pancarta en El Cairo); “(…) Desmontar el partido que gobierna y todas sus estructuras, sus milicias, congelar sus bienes y restituir al pueblo todos los bienes que le han sido robados (…)” llamamiento a la constitución “(…) de un gobierno nacional de salud pública que debe velar por la elección de una asamblea constituyente para la adopción de un nuevo Destur (Constitución) que rompa con el antiguo régimen” (Comité popular de la región tunecina de Kaserín); “La disolución del RCD (…), el rechazo de toda intervención extranjera en los asuntos internos de nuestro pueblo, ya que él solo ha sido capaz de hacer caer a un presidente que lo ha reprimido; el pueblo, pues, debe decidir su suerte sin injerencia externa (…)”. Llamando “(…) a una Asamblea Constituyente a través de elecciones libres y democráticas que reflejen la voluntad el pueblo (…)” (Comisión Administrativa de la UGTT del 18/01/2011).
Ante ello, la quiebra de los aparatos represivos negándose muchos policías y militares a actuar (como en febrero de 1848 en París), muestra la confraternización de la clase trabajadora y los sectores populares en general, constituyendo un elemento fundamental de la dislocación de los regímenes dictatoriales y de la necesidad de una salida en positivo.
Pero, ¿esto afecta únicamente al mundo árabe?
En Francia millones de trabajadores y estudiantes con sus sindicatos se han movilizado durante meses contra los recortes de pensiones del gobierno Sarkozy, principal valedor del régimen tunecino. En Grecia, el nuevo gobierno elegido gracias al apoyo de trabajadores y jóvenes, impone el ajuste más duro, recortando salarios y pensiones y privatizando empresas y servicios públicos. En Irlanda, cientos de miles han manifestado su rechazo al sometimiento de su gobierno a los dictados de la UE y el FMI, para que el enorme déficit público provocado por el auxilio del Estado a los bancos, sea pagado con brutales recortes de salarios, empleo y derechos sociales. En Reino Unido son los estudiantes contra la subida de las tasas universitarias, que ratifica la consideración de la educación no como un derecho sino como un negocio…
Y en nuestro país, un gobierno elegido por el voto de los trabajadores y los jóvenes que no quieren a los neofranquistas de nuevo en el poder, impone un paquete de recortes sociales y de derechos laborales como no se había conocido en décadas, pese a los millones de trabajadores que van a la huelga general del 29-S convocada por CCOO y UGT y participan por decenas de miles en las manifestaciones (aunque contradictoriamente, sus direcciones, de forma incomprensible, los hayan acabado apoyando).
Ante esto, ¿dónde está la soberanía de los pueblos, cuando millones dicen no a unas políticas que sólo benefician a una minoría y que, sin embargo, se siguen aplicando provocando en la mayoría un retroceso histórico? ¿Acaso la exigencia de una Asamblea Constituyente Soberana que abra una salida democrática y favorable a las aspiraciones de la mayoría es una consigna pasada de fecha?
Para los millones de personas movilizados en Túnez, en Egipto y en otros países, la exigencia de Asamblea Constituyente Soberana tiene plena actualidad y ocupa un lugar central en la movilización que, al igual que en 1848, impugna todo el orden político internacional dominado por el capital financiero mayoritariamente especulativo, a través de los organismos internacionales (FMI, Banco Mundial, OCDE, Unión Europea, OMC, etc.) y las potencias que tutelan ese “orden” que comienza a quebrarse en el Norte de África (en primer lugar EEUU, pero también Francia, Alemania, Reino Unido, etc.).
Tal y como premonitoriamente señalaron Marx y Engels en 1848, “un fantasma recorre el mundo…”: el fantasma de la revolución que ha estallado en el Norte de África y que amenaza con quebrar todo el viejo orden capitalista imperialista. “La primavera de los pueblos” no ha hecho más que comenzar en 2011. Ya nada será igual que antes.
Xabier Arrizabalo es Profesor Titular y Director del Diploma “Análisis crítico del capitalismo (El método marxista y la economía mundial actual)” de la Universidad Complutense; Jesús de Blas y Fernando Álvarez son economistas y colaboradores del Diploma.
1 comentario:
Me parece muy oportuna la imgaen que encabeza este artículo, el cuadro de Delacroix "La libertad guiando al pueblo", pintado en 1830 cuando las masas parisinas derrocaron por segunda vez a la dinastía borbónica. Temporalmente se implantó una dinastía liberal con Luis Felipe de Orleans, llamado el rey burgués, hasta que en 1848 fue derrocado también por las masas.
Un saludo,
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